Michael Bay
se ha revelado en los últimos años como uno de los directores menos creativos
de Hollywood. Record nada despreciable si se toma en cuenta que esta Meca del
cine ha adolecido en los últimos tiempos de poca creatividad, llenando sus listas
de proyectos con remakes, reboots, segundas y terceras partes, versiones
fílmicas de obras teatrales, adaptaciones de comics y novelas, y formulas que
de tan gastadas que están, podrían usar un mismo nombre genérico sin que la
gente notara la diferencia. De esta manera cada semana podríamos tener en
cartelera una Obsesión pasional, alguna
aventura titulada Riego total, comedias
que llevarían por título Una loca reunión
de personajes y la consabida cinta de terror Circunstancia infernal. De preferencia en estilo Found footage. O filmadas como Falso documental. Para el caso es lo
mismo.
Bay
encontró en los juguetes una buena veta de inspiración. Yo fui uno de los mas
emocionados Nerds que saltaron hasta
topar con el techo cuando se anuncio que habría una película sobre los
transformers. Era una de mis caricaturas favoritas en la infancia, y aunque
mucho mas ñoña que sus contrapartes del Anime
japonés, me encantaban sus personajes. Las dudas comenzaron cuando se
anuncio que sería Michael Bay el director del proyecto, porque es de esos directores que viven de formulas, que nunca
arriesgan. Y cuando vi la primera película, y descubrí que su escena más
trabajada estaba dedicada a las tetas de Megan Fox, el niño que era yo en esa
sala de cine sufrió un ligero desengaño. La formula de los transformers ha ido
decayendo con cada cinta desde entonces. Y con Era de la extinción, en la que había depositado cierta esperanza,
porque anunciaba la aparición de mis cambiaformas robóticos favoritos, los Dinobots, creo que he llegado a una tardía
conclusión, que a ustedes les parecerá muy boba, pero que no puedo dejar de
teclear aquí. No me gustan las películas de Michael Bay.
Era de la extinción nos presenta un mundo años después
de los sucesos de la anterior película. El mundo entero desconfía de los robots
extraterrestres y una agencia del gobierno se dedica a cazar a los restantes.
No hace diferencias entre Autobots y Decepticons. Un misterioso caza recompensas robótico se
sirve de los humanos para capturar a Optimus Prime. Una empresa de tecnología
encabezada por una versión “maligna” de Steve Jobs (Un momento…) crea con
restos de Decepticons unos nuevos y
mejorados transformers que serán la nueva milicia planetaria si se consiguen
los contratos adecuados. Un padre viudo,
inventor e ingeniero, rescata de la basura un transformer, que resulta ser Optimus. Los malos lo persiguen a él, a
su curvilínea hija y al novio entrometido de esta, todos huyen, disparos,
escapadas, capturas, huecos argumentales por los que cabria (Y cabe) el arca de
Noé, malos irredimibles, malos redimibles y al final, tras muchos efectos
especiales, muchos clichés y mucho deus
ex machina, ganan los transformers,
con la buena ayuda de un texano.
La película
es injustificadamente kilométrica, enredadísima, llena de personajes y de
situaciones que se resuelven con un guiño y una puesta de sol. No empatizamos
con nadie, y la mitad del tiempo, ni siquiera nos enteramos de porque hay
conflicto. Kelsey Grammer, Mark Wahlberg y Stanley Tucci interpretan de manera
competente sus imposibles papeles. Llega un punto en el que sinceramente
esperamos que se carcajeen en mitad de un dialogo. La película es visualmente
intoxicante, pero profunda como una galleta. Y poco más se puede decir de ella.
No pierdan
su tiempo con Transformers, La era de la
extinción. Tiene muy poco que ofrecer a los fans, y demanda un esfuerzo
excesivo del espectador. Y el esfuerzo no vale la pena. Por lo menos, para mí,
no lo valió.
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