Existen
premisas cinematográficas que se podrían llamar “apuestas seguras” porque al
iniciarse su planteamiento, no nos cabe duda de que serán emocionantes. Un conjunto de personas extrañas obligadas a
compartir un espacio pequeño, atrapadas o confinadas. Un grupo de amigos o
compañeros enfrentados a un evento imprevisible y peligroso. Una pareja acosada
por extraños lunáticos o monstruos, son argumentos que en el thriller sabemos
que arrojaran resultados emocionantes. Tomen este ejemplo. 4 compañeros,
ocupantes de un vehículo de rescate en la frontera México-Estados Unidos,
reciben una madrugada una llamada de auxilio, y contemplan frente a ellos un
hombre herido. Estos paramédicos son de EUA y el herido yace a unos metros de su vehículo, pero en tierra
Mexicana. Tras unos momentos de duda, y no por motivos muy altruistas, cruzan
la frontera y levantan al herido. Este solo hecho los conducirá a una
pesadilla, pues su ambulancia es chocada y volcada, y los malheridos paramédicos
deberán enfrentarse al horror de unos misteriosos atacantes, criminales que
desean recuperar a su paciente, y que están dispuestos a lo que sea para
lograrlo.
Yo lo
reconozco. Una premisa así me invita al cine. La peli podrá no ser muy
original, ni demasiado imprevisible. Pero seguro es emocionante, y tendrá su
buena dosis de suspenso.
Bueno,
resulta que no es así. Pánico Bravo 5 (Kuno
Becker 2014) es un enrevesado filme con demasiados huecos argumentales. Sus héroes
son poco más que caricaturas, sin un solo rasgo de profundidad. Sus villanos
son peores, porque son alternativamente tan brillantes como para poner en jaque
a las autoridades del país, y organizar secuestros internacionales, y tan bobos
como para ignorar el viejo dicho materno de “No metas la mano en esa rendija.
Se ve peligrosa” Kuno Becker no supo decidir si su historia era una aventura
violenta, una comedia negra, una historia de sobrevivencia, una crítica acerba
sobre la situación de violencia que vive nuestro país, o una película de terror
con elementos de conspiración y dobles intenciones. Huelga decir que al final,
no es ninguna de estas cosas. Es solo una deslucida historia de violencia y groserías
en dos idiomas.
El guion, también
de Becker, está lleno de detalles extraños. En boca de uno de los personajes, se manifiesta una conspiración gringa
para invadir a México, exacerbando el
problema de la droga hasta que se obligue a la intervención, como ocurrió con
Irak y el asunto de las armas de “destrucción masiva”. Los protagonistas son compañeros de tiempo atrás, pero son
capaces de ocultarse dobles vidas los unos a los otros de manera sencilla. Y
cuando el arrollador clímax de la película se presenta, hay una pretenciosa
escena final donde un herido Kuno Becker, tras masacrar a todos los ocupantes
de la ambulancia, apunta directamente al espectador y dispara, concluyendo la
cinta. Por lo que vimos, ese disparo
bien hubiera podido ocurrir en los créditos iníciales. Y nos ahorrábamos el
viaje de hora y media a ninguna parte.
Hasta tiene
una demoledora frase final de Albert Einstein, como epitafio de su cinta “El
mundo es un lugar peligroso, no por los que hacen el mal, sino por los que se
no hacen nada para evitarlo” Temo sonar pretencioso, pero esta frase es solo
una paráfrasis de una, mucho más antigua, del filosofo Ingles Edmund Burke “Para que el mal triunfe, solo hace
falta que los hombres buenos no hagan nada”
Becker se
interpreta a sí mismo. Raúl Méndez sigue siendo desperdiciado, y en esta ocasión,
tan solo interpreta una variación de su personaje de Matando Cabos (Alejandro Lozano 2004) Botcha. Los actores
interpretan lo que se escribió para ellos, pero es claro que ni Henry
Richardson (A quien tal vez hayan visto en la web-serie basada en el popular
juego Castlevania) ni Dan Rovzar, ni
Aurora Papile tienen mucho espacio para trabajar.
Lo repito.
Se agradece el esfuerzo. Pero en este caso, bastaba un poco de trabajo en el guion para que la película fuera
infinitamente más impresionante. Es una lástima
que no fuera así.
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