sábado, 12 de julio de 2014

ARCHIVO 4 DÍAS SIN HUELLA


Hubo una época en que Hollywood hacia cine prometedor, combativo, propositivo. Luego ocurrió una cosa llamada “Cacería de brujas” La cruzada anticomunista del senador McCarthy destruyó una generación de creadores cinematográficos de los que solo sobrevivieron unos pocos. Elia Kazán, el artífice detrás de Un tranvía llamado deseo(1951) con la aureola de traidor que lo acompañaría el resto de su vida debido a sus denuncias frente al comité de actividades antinorteamericanas. Nicholas Ray, el creador del mito de James Deán gracias a su película Rebelde sin causa (1955) El maestro John Huston, director de clásicos como El halcón maltes (1941) y El tesoro de Sierra madre (1947) por mencionar solo algunos.

Junto con  ellos  destaca un director genial. Billy Wilder; A quien el español Fernando Trueba agradeciera su Oscar a mejor película extranjera por Belle Epoque (1993)  en lugar de a Dios. Wilder creó una de las películas más perturbadoras que se hayan hecho sobre el alcoholismo, un retrato cruel, descarnado, efectivo, sin concesiones de la adicción. Días sin huella (The lost weekend  1945) quizá la primera película introspectiva  adulta que haya tenido el cine de Hollywood. Que cambiaria la forma en que se veía a un borracho en el cine. Antes de ella, el alcoholismo era cómico.  Los borrachos eran simpáticos, parlanchines y picaros despistados. Nunca volverían  a serlo después de Días sin huella.

Don Birnam es un escritor frustrado, en las garras del vicio, al que su novia y su hermano tratan una y otra vez de ayudar. Cuando su hermano, cansado de ayudarle, decide irse un fin de semana sin él, el hombre se aparta de su preocupada novia y tiene la oportunidad de llegar hasta el fondo de su adicción. Tratará de empeñar su máquina de escribir para seguir bebiendo, y terminará robando un bolso femenino en su desesperación. Este viaje de pesadilla lo llevará a un asilo de ebrios en donde observará  la locura y la desesperación. Y su propio Delirium tremens será otro escalón en el infierno  personal al que se enfrentará.
Y aunque la censura de su tiempo le imponía un final feliz, Wilder se las arregló para realizar uno que no era en absoluto tranquilizador. Ya desde antes de su estreno, tuvo problemas debido a que la industria de  bebidas embriagantes ofreció 5 millones de dólares para que no se estrenara. Y por otro lado, asociaciones civiles afirmaban que la película, de hecho, alentaba el consumo del alcohol.  Al final, la historia pudo llegar a la pantalla, alcanzando un gran éxito, y representando un éxito mayúsculo para su director.

Es posible que algunas de sus secuencias nos parezcan superadas para este tiempo. (Como el murciélago de su delirio). Y sin embargo, hay escenas  de Días sin huella que  son tan efectivas como el día en que se filmaron y nos obligan a girar la cabeza por su crudeza. Yo, personalmente, la considero una de mis películas favoritas, y muchas de sus escenas me parecen magistrales, como la de los abrigos bailarines al compas de la Traviata, que Birnam alucina en medio de la opera, debido a su botella de licor escondida en un bolsillo, que ahora aguarda en el guardarropa.
Como descripción de los efectos del vicio en una persona, destruyendo voluntad, lazos familiares, autoestima y cordura, la película sentó bases que después serian utilizadas por muchas otras películas que trataron de ser diatribas o advertencias contra el alcoholismo. Lo cierto es que Wilder ocupo recursos muy económicos para trabajar con la cámara, manejándola de manera intrusiva, para marcar la atención en el pequeño mundo en el que Don Birnam se debate. De esta manera, consigue que incluso las tomas de exterior sean tremendamente claustrofóbicas, porque las centra en la desesperación de un hombre para el que solo existe descanso si consigue el siguiente trago.

Ganadora de los 4 grandes Oscares (Guion, dirección, película y actor) y de la palma de oro de Cannes, esta es la recomendación de esta semana del pollo cinéfilo. Les invito a adentrarse en el infierno personal de Birnam,  una de las mejores películas Hollywoodenses de todos los tiempos, que demuestra que el cine de esas latitudes pudo haber tomado otro rumbo. Una lástima. En cierto sentido.

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