Debo
reconocer que cuando encuentro alguna rareza cinematográfica, me lleno de
felicidad, y la mayoría de las veces, me siento impelido a compartir ese
descubrimiento con el mundo. De vez en cuando, me ataca el egoísmo, y quisiera
conservar ese placer para mi solo (No ocurre muy frecuentemente, y la mayoría
de las veces, sucede con películas de zombies y serie B, así que créanme, les
hago un favor)
Uno de esos momento llego
cuando vi la ultima película hasta el momento, del realizador nacido en Trípoli, pero crecido en California,
Don Coscarelli. Diría que tal vez lo conozcan por la pesadillesca y extraña
saga Phantasm (1979, 1988, 1994 y
1998) o por la ya muy bizarra El señor de
las bestias (1982) Pero igual no es así.
John dies at the end (Don Coscarelli 2012) nos narra la
historia de dos amigos. David y John. Son dos inadaptados desertores escolares
que, dedicados a meramente sobrevivir como jóvenes modernos, se topan con una
nueva droga callejera, apodada salsa de soya. Esta droga promete abrir las
puertas de la percepción más allá de los límites normales. La advertencia es
que, tras tan transcendental viaje, tal vez lo que regrese no seas exactamente tú.
Resulta que esto, es completamente cierto. La droga les abrirá una puerta de percepción
extraordinaria, y los hará conscientes de una invasión transdimensional, contra
la que solo ellos pueden combatir. ¿Lograran detener el horror que se cierne sobre toda la
humanidad?... No, lo más probable es que no.
Narrada con
saltos atrás y adelante, perturbadores flashbacks y vueltas de tuerca, esta
trepidante comedia negra con visos de fantasía trasgrede géneros. Arranca como
un recuento de pesadillas recurrentes, para saltar a una entrevista en un
restaurante chino entre uno de los protagonistas y un periodista a quien ha
elegido para decirle la verdad. A partir de allí, la historia se desenvuelve
con constantes giros, callejones sin salida y vueltas en círculo argumentales.
Desde Donnie Darko (Richard Kelly 2001) no tenía la oportunidad de ver
una cinta que me obligara a verla una segunda y una tercera vez, para captar
detalles que había pasado por alto. Lo que la vuelve tan interesante es que
dentro de su retorcida trama, se las arregla para ser cuidadosamente coherente.
Para jugar con espacios, tiempos lugares, situaciones, y conseguir, en el
universo propio de la película, comunicarnos la sensación de que la realidad no
es lo que percibimos a nuestro alrededor. Que mas allá de los límites que
imponen nuestros sentidos, hay otro mundo del que solo somos víctimas inermes.
Si a ustedes les gustan estos juegos de cajas chinas de fantasía, John muere al final les otorgara un par de horas de estrafalaria
diversión. A mí me las proporcionó. Más de una vez, debo confesar.
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