Las temáticas cinematográficas, en los últimos años desesperadas
por salir del limbo de inspiración en el que se encuentran, no siempre pueden
darse el lujo de desperdiciar una anécdota que parezca trivial. Las historias
de superación personal han estado allí, más o menos veladas , desde los inicios
del cine. Las hay de todos colores. Desde tragediones que, parafraseando a Don
gato, hasta matan de risa, hasta hermosas epopeyas de perseverancia dignas de
un himno. Y todo lo que cabe en medio, que déjenme decir que no es poco. Sin
llegar a estar en ninguno de los extremos antes descritos. One chance (David Frankel 2013) es una
divertida cinta que retrata la aventura de vida que significa la existencia de
Paul Potts.
Es posible que ustedes no sepan quién es este rechoncho británico.
Ganador de un concurso televisivo (Britain got's Talent) Paul alcanzó una
celebridad mayúscula cuando el video de su presentación en dicho show se volvió
viral en la internet, alcanzando más de 100 millones de reproducciones. Por
encima de todo, porque, al igual que otros vídeos de ínternet del estilo, ponía
en evidencia uno de nuestros grandes prejuicios como sociedad, al menos en
Occidente. El desmedido culto a la imagen. Que nos obliga a pensar que si
alguien parece un pobre diablo, entonces debe cantar, bailar, hablar y pensar
como uno.
Potts es un hombre con un sueño. Ser cantante de ópera. La
historia nos lo muestra profundamente comprometido con ese sueño, pero incapaz
de llevarlo a cabo, dado que la mala fortuna le da revés tras revés. Su
nerviosismo, su incredulidad ante su propio talento, aunado a esta especie de
maldición personal, lo marginan de cualquier oportunidad, excepto, como señala
el titulo de la película, de la ultima. Que, como reza el lugar común, es la
vencida. Al final, a eso se reduce la cinta. A contarnos una historia cuyo
final ya conocemos, pero que voluntariamente decidimos ignorar, como en toda
buena peli de aventuras, donde sabemos que los malos pierdan y el héroe rescatara
botín y chica, no importa cuánto conspire el universo para que no sea así.
Filmada con gran ritmo, escrita para ser conmovedora y
emocionante, Mi gran
oportunidad es de esas películas divertidas, que bien pueden verse en
el cine sin salir decepcionado, pero que quedan olvidadas un par de meses
después de su vista. Porque el fenómeno que retratan es mucho mas evocador,
emotivo y sobre todo, mucho mas escueto. Un elemento que, de vez en cuando, los
realizadores olvidan. Lo cual es triste para todos aquellos que estamos
ansiosos de que, al apagarse las luces, nos cuenten una buena historia, y lo
hagan de un modo agradable. Que le vamos a hacer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario