Debo decir
que no me gusta hablar mal de las películas. Lo hago, si, pero siempre existe
una sensación de culpabilidad, porque comprendo el trabajo artístico, y el
enorme esfuerzo que conlleva poner en escena, laborar para conjuntar talentos,
para obtener patrocinios, para llevar a cabo un sueño. Debido a ello, procuro
no hacer muchas reseñas de películas que no me gusten. Siguiendo la política de
“Sí no tiene s nada bueno que decir, no digas nada” De vez en cuando, sin
embargo, ocurre que creo que merece la pena hacer la crítica de algo que
no me agradó. Tal es el caso en esta ocasión.
Carlos
Enrique Taboada es uno de esos cineastas mexicanos que la posteridad
injustamente no ha colocado del todo en su lugar, como el garbanzo de a libra
que es. Escritor de guiones magistrales, director de películas de gran
efectividad y complejidad, cultivador de un género despreciado en México, que
es el terror, este cineasta ha producido varias de las más extraordinarias
cintas de nuestra filmografía. Hasta el viento tiene miedo (1968) El Libro de piedra (1968) Veneno para las hadas ( 1984) y Mas negro que la noche (1975) Tres de
estas cintas ya sufrieron el traumático remake,
y es de esta ultima de la que me ocupare ahora.
En el
original, 4 chicas recibían la noticia intempestiva de que una de ellas había heredado
una fortuna de una tía olvidada. La única condición, cuidar a la mascota de la
difunta. Un gato negro llamado Bécquer. El gato muere y una horrible maldición se
desata sobre las culpables. Todo en una atmósfera de casona, con un delicado
toque de suspenso y horror. El gato es un protagonista ominoso, un fantasma
furtivo, y su venganza es plenamente justificada.
En el
remake, 4 chicas “modernas” una de las
cuales hereda un gato y una mansión, son aterrorizadas por las apariciones de
su ama de llaves silenciosa. Una de ellas lentamente es poseída por el espíritu
de la tía muerta, mientras las otras se preparan para ser abono de jardín.
Menudean los sustos de casa del terror, no hay un asomo de lógica, escuchamos
voces de ultratumba que parecen bromas de borrachos, casi esperamos ver
fantasmas de sabanas y a Scooby Doo en algún momento, los cortes de edición son
tan descuidados que juro que hay una secuencia en el clímax, que está montada
al revés.
Nada queda
del original. La casa es lóbrega y la escenografía correcta. Pero no hay
historia. Se nos muestran datos que nunca vuelven a mencionarse. Hay una niña
fantasma en la película porque TODA CINTA DE TERROR DEBE TENER UNA NIÑA
FANTASMA. Solo por eso. El gato es un accesorio que desaparece, cuando en el
original es crucial y protagónico. Margarita Sanz, una gran actriz, teje su
papel de manera competente, y a ratos incluso sobresaliente, superando incluso
la mala escritura del mismo. Pero ni ella puede salvar lo que es una película incoherente.
Presentarla como la primera película mexicana en formato 3D solo hace aun mas
pretenciosa la cinta. Porque podrían haber realizado el experimento con un
guion original, y no con un material que los productores ni siquiera se
molestaron en comprender en su elegancia y belleza.
Por lo que
a mí respecta, no gasten su dinero en ver Mas
negro que la noche (Henry Bedwell) Quédense con la original. Y finjamos
todos que esto simplemente no paso.
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