martes, 5 de agosto de 2014

LA IMAGEN AUSENTE


¿Cómo podemos retratar el dolor? Alguno responderá que es sencillo, sobre todo en estas épocas de medios electrónicos que hacen volar una imagen de un lado a otro del planeta en un segundo. Nada nos es ajeno en este ambiente súper conectado. Y ese podría ser un problema. Tantas imágenes equivalen a ninguna. Tanto estimulo se pierde como el proverbial bosque oculto tras los arboles. Es así que un hombre ha decidido convertirse en la memoria de su tiempo y su gente. Rithy Pahn es un director Camboyano, que vivió en carne propia uno de los grandes horrores del siglo 20. Conocido como el periodo de la Kampuchea democrática, se trata de un periodo negro en la historia de ese país, en el que, tras el triunfo de los rebeldes comunistas conocidos como Jemeres rojos,  entre un millón y medio y dos millones de personas fueron asesinadas debido a que se les consideraba enemigos del estado. Se les obligo a abandonar las ciudades, y trabajar en el campo, marchar de un lugar a otro, carentes de alimentos, y a recibir “Re educación ideológica”, que mayoritariamente consistía en trabajos forzados, tortura y ejecuciones sumarias.  Estos horrores hicieron tristemente célebre el nombre de su líder. Pol Pot.

Rithy Pahn ha dedicado muchos de sus trabajos a reconstruir el horror que el mismo sobrevivió, y en el que el resto de su familia pereció. Con L´Image manquante (2013) realiza un conmovedor esfuerzo. Tomar las pocas imágenes que sobre la masacre sobreviven, y complementarlas de una manera poética y estremecedora. Con figurillas de barro pintadas, elabora dioramas en los que retrata el horror de los campos de reeducación y las zonas de trabajos forzados. Aquello de lo que no existen imágenes, Pahn lo reconstruye en su memoria y para nosotros, con lo que podrían parecer inocentes artesanías. Es aquí, donde reside la potencia demoledora del filme. Estas desvalidas figuras de barro, representan con una crudeza extraordinaria, lo que probablemente ni siquiera las fotos y videos de la época hubieran conseguido. El director atrapa el dolor de su niñez en este ejército de figurillas  frágiles, delicadas, contradictorias, que sirven para retratar a verdugos y víctimas. Hay un momento, en que es necesario girar la vista en otra dirección. Porque la elección de material no podría ser mas desgarradora y adecuada. Somos barro, somos polvo. Estamos constituidos de una manera muy frágil. Y somos capaces de recibir o de infligir un gran daño. El dolor, la pérdida, la crueldad, la locura ideológica, quedan contenidos en objetos que a cualquier mirada, podrían parecer juguetes. Pero que no lo son. Se convierten en el complemento ideal de esta imagen ausente que el cineasta persigue desde hace años.


Vean La imagen ausente si tienen la oportunidad. No podría catalogarla de documental, porque un diario tan íntimo rebasa esta pequeña denominación. Les advierto. No es una cinta sencilla de ver. Como toda buena pieza artística, tiene algo de espejo. Da miedo saber de lo que somos capaces como especie.

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