¿Cómo podemos
retratar el dolor? Alguno responderá que es sencillo, sobre todo en estas épocas
de medios electrónicos que hacen volar una imagen de un lado a otro del planeta
en un segundo. Nada nos es ajeno en este ambiente súper conectado. Y ese podría
ser un problema. Tantas imágenes equivalen a ninguna. Tanto estimulo se pierde
como el proverbial bosque oculto tras los arboles. Es así que un hombre ha
decidido convertirse en la memoria de su tiempo y su gente. Rithy Pahn es un
director Camboyano, que vivió en carne propia uno de los grandes horrores del
siglo 20. Conocido como el periodo de la Kampuchea democrática, se trata de un
periodo negro en la historia de ese país, en el que, tras el triunfo de los
rebeldes comunistas conocidos como Jemeres rojos, entre un millón y medio y dos millones de
personas fueron asesinadas debido a que se les consideraba enemigos del estado.
Se les obligo a abandonar las ciudades, y trabajar en el campo, marchar de un
lugar a otro, carentes de alimentos, y a recibir “Re educación ideológica”, que
mayoritariamente consistía en trabajos forzados, tortura y ejecuciones
sumarias. Estos horrores hicieron
tristemente célebre el nombre de su líder. Pol Pot.
Rithy Pahn
ha dedicado muchos de sus trabajos a reconstruir el horror que el mismo sobrevivió,
y en el que el resto de su familia pereció. Con L´Image manquante (2013) realiza un conmovedor esfuerzo. Tomar las
pocas imágenes que sobre la masacre sobreviven, y complementarlas de una manera
poética y estremecedora. Con figurillas de barro pintadas, elabora dioramas en
los que retrata el horror de los campos de reeducación y las zonas de trabajos
forzados. Aquello de lo que no existen imágenes, Pahn lo reconstruye en su memoria
y para nosotros, con lo que podrían parecer inocentes artesanías. Es aquí,
donde reside la potencia demoledora del filme. Estas desvalidas figuras de
barro, representan con una crudeza extraordinaria, lo que probablemente ni
siquiera las fotos y videos de la época hubieran conseguido. El director atrapa
el dolor de su niñez en este ejército de figurillas frágiles, delicadas, contradictorias, que
sirven para retratar a verdugos y víctimas. Hay un momento, en que es necesario
girar la vista en otra dirección. Porque la elección de material no podría ser
mas desgarradora y adecuada. Somos barro, somos polvo. Estamos constituidos de
una manera muy frágil. Y somos capaces de recibir o de infligir un gran daño.
El dolor, la pérdida, la crueldad, la locura ideológica, quedan contenidos en
objetos que a cualquier mirada, podría n parecer juguetes. Pero que no lo son.
Se convierten en el complemento ideal de esta imagen ausente que el cineasta persigue
desde hace años.
Vean La imagen ausente si tienen la
oportunidad. No podría catalogarla de documental, porque un diario tan íntimo
rebasa esta pequeña denominación. Les advierto. No es una cinta sencilla de
ver. Como toda buena pieza artística, tiene algo de espejo. Da miedo saber de
lo que somos capaces como especie.
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