viernes, 8 de agosto de 2014

CIUDADANO BUELNA


En nuestro país, pueden reconocerse dos etapas del cine histórico. Aquel que durante años nos mostró  a los protagonistas de la historia nacional  tal y como las veíamos en las monografías y en los idealizados retratos que cada festividad patria adornaban las paredes. Acartonados paladines con la mente saturada de patriotismo, que hablaban solo para soltar frases históricas a diestra y siniestra, terribles traidores mefistofélicos sin una pizca de decencia en el corazón, y mártires que sacrificaban hasta la última gota de sangre y bocanada de aliento en los altares cívicos. Porque adoramos a nuestros mártires.

Luego, vino una segunda etapa, más “inteligente”. En ella, nuestros caudillos cambiaron. Se volvieron humanos. Bebían, reían, maldecían, albureaban, se enamoraban una y otra vez. Ya se permitían soltar entre discurso y discurso alguna grosería muy mexicana. Y seguían siendo tan extraños a la realidad social como los cráteres de la luna. Si en algo ha fallado nuestro cine nacional, salvo contadísimas excepciones, es en decirnos quién diablos fabrico  la patria.

 Tomen como ejemplo dos figuras centrales de la historia nacional. Miguel Hidalgo y Francisco Villa. El primero, elevado a la categoría de padre de la patria, es poco menos que un santo. Retratado desde La virgen que forjo una patria (Julio Bracho 1942) aunque hay menciones de que apareció en un cortometraje realizado en 1907 dirigido por Felipe Haro, y que desgraciadamente no se conserva.  Siempre mostrado como un anciano sabio y benevolente, a pesar de que solo contaba  58 años en el momento de su muerte, la figura contradictoria y compleja del cura Hidalgo no ha sido nunca retratada de manera concienzuda en el cine (Antonio Serrano, en Hidalgo, la historia jamás contada, se salió por la tangente y decidió que la mejor manera de “humanizar” a don Miguel era volviéndolo mujeriego, jugador y fiestero) 

Con Pancho Villa el fenómeno se repite. Poseemos dos referencias. Pedro Armendáriz como un Villa entrañable, noble, violento, tierno, justiciero y caprichoso en la trilogía de Ismael Rodríguez  Así era Pancho villa(1957) Pancho Villa y la Valentina (1960) y Cuando ¡Viva Villa...! es la muerte (1960) o  como el macho por antonomasia que le sirve de conciencia al protagonistas de Entre Pancho Villa y una mujer desnuda(Sabina Berman e Isabelle Tardán 1996) En ninguno de los casos, el cine nos ha permitido saber quienes son estos personajes, denostados en su tiempo, seguidos por miles de personas, y que seguramente fueron mas que una calva o un bigote y cananas.

Un director mexicano que se ha acercado en más de una ocasión a los personajes históricos es Felipe Cazals. Desde que dirigiera cortometrajes documentales sobre Alfonso Reyes, ha dirigido Viva Zapata…muera Zapata (1970) Aquellos años(1973) sobre la vida de Juárez durante la guerra de Reforma y la intervención francesa, La güera Rodríguez (1978) sobre esta controversial figura menor de nuestra historia, Testimonios de la revolución (1986) Kino (1993) sobre el célebre misionero español , Su Alteza serenísima (2000) sobre Antonio López de Santa Anna, Chicogrande (2010) ambientada durante la expedición Punitiva que organizara el gobierno de EUA para atrapar a Villa, y ahora Ciudadano Buelna (2013) que nos narra la vida de una de las figuras olvidadas de la revolución mexicana. El sinaloense Rafael Buelna.

Cazals es un experto en la reproducción de los ambientes históricos. Sus películas siempre han gozado de buena precisión histórica y el diseño de producción revela a un director competente. Escoge a una de esas figuras que nuestra historia oficial ha barrido bajo la alfombra, limitando la revolución a una serie de duelos de pistola que alternativamente fueron perdiendo Díaz, Madero, Huerta, Villa, Zapata, Carranza, Obregón y Calles, hasta la llegada del sacrosanto partido que institucionalizó la revolución. En este grupo de ilustres desaparecidos, junto a Buelna, se encuentran figuras como Felipe Ángeles, Eulalio Gutiérrez o Lucio Blanco.
Buelna es aquí retratado como un revolucionario inconforme, un idealista y sobre todo, un demócrata rabioso que deplora a los caudillos. Cazals no puede renunciar del todo a que su personaje este contagiado de solemnidad, y hable de vez en cuando como si fuera la historia la que lo escucha.  Para esta historia, la revolución está protagonizada por unos cuantos patriotas, algunos prácticos y otros idealistas, rodeados de canallas, cobardes y oportunistas, que al final, son los verdaderos ganadores, consiguiendo incluso usurpar un lugar en la historia que no merecen. El olvido solo es la última afrenta que enfrentan los héroes que a Cazals le gusta retratar.


Hay reproducción de algunos episodios históricos mexicanos que merecerían en sí mismos una película, como el que los zapatistas protagonizaran en la convención revolucionaria de 1914 encabezada por Antonio Díaz Soto y Gama, y que es conocido como “incidente de la bandera” o el momento en que Álvaro Obregón enfrentó un pelotón de fusilamiento bajo órdenes del propio Buelna.  Les recomiendo la cinta de Cazals Ciudadano Buelna. Hace que giremos la cabeza en una dirección poco común. Ya solo eso, merece un reconocimiento.

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