En un mundo cinematográfico cada vez más y más dependiente
de los grandes presupuestos, más plagado de efectos especiales, más recargado
en estrellas taquilleras, es loable que una historia se abra paso a golpe de
buena actuación y guion sólido. Tal es
el caso de The journey (Nick Hamm
2016) una película estrenada con mucho retraso en nuestras salas. En los
últimos años, el cine ingles en especial, y el europeo en general, han hecho
énfasis en realizar biopics de temas
variados. Lucha de derechos humanos, activismo político, controversia
histórica, rebeldía mediática, son solo algunos de los temas tocados por filmes
en los últimos tiempos. Ahora, estas líneas están dedicadas a un evento
histórico reciente, en apariencia vulgar, pero de enormes consecuencias en el
mediano y largo plazo. Durante cientos de años, Irlanda ha sido una región
conflictiva, unida a regañadientes al imperio británico (Al menos en parte) separada
religiosa y políticamente, luchando siempre por su libertad. Esto alcanzo un
punto álgido cuando el ejército republicano irlandés comenzó su lucha urbana,
realizando ataques y actos de terrorismo entre la población civil británica e
irlandesa. En esta situación, en 2006, inicio una serie de pláticas de paz,
dedicada a pactar una tregua entre los radicales miembros del Sinn Fein, la
cara política del ejército republicano, y los moderados integrantes del partido
democrático pro pacifista irlandés.
De manera que se enfrentan en estas conversaciones, las dos
visiones de la libertad irlandesa. Aquella que postulaba que la única forma de
alcanzar la libertad es a través de la lucha, y los que creían que se podía
llegar a la concertación, al pacto, a la tregua. El líder del Sinn Fein, Martin
McGuiness, y el mandamás del partido demócrata Ian Paisley. Todo los separa. La
religión, la política, los métodos, incluso la personalidad. El inflexible, fanático
y paternalista Paisley, predicador religioso, rabioso tradicionalista, y
McGuiness, un veterano de la lucha urbana. Un hombre de acción, un convencido
de la respuesta violenta, parlanchín e informal. Y cuando las pláticas parecen
llegar a un punto muerto, y Paisley las abandona para ir a celebrar su
aniversario de bodas, McGuiness decide acompañarlo en su viaje de unas pocas
horas al aeropuerto de Edimburgo. Este viaje en automóvil será la última
oportunidad de ambos hombres para llegar a un acuerdo. Un acuerdo que parece
imposible.
Sobre esta anécdota, se construye una película trepidante,
llena de tensión, con su dosis de humor. Una revisión de la historia irlandesa
de los últimos 50 años, un discurso en favor de la concertación, y una elegante
confesión sobre el horror que las viejas generaciones sienten acerca de la
“nueva violencia” que desató sobre el mundo el 9/11. El terrorismo
espectacular, demencial, menos preocupado por la ideología que por el conteo de
cuerpos. Paisley y McGuiness son enemigos políticos, con posiciones muy
difíciles de reconciliar, pero que intuyen que de no detener la guerra civil,
esta los aniquilará.
Timothy Spall y Colm Meaney están soberbios en sus
respectivos papeles como Paisley y McGuiness. Una fotografía muy lograda, una
discreta banda sonora, y excelentes diálogos dirigidos por la cuidadosa y
experimentada mano de Hamm, son el punto fuerte de esta cinta, Un viaje por la paz. Por si se
necesitara un elemento adicional de atractivo, se trata de uno de los últimos
trabajos del desaparecido John Hurt, encarnando a Harry Patterson, el consejero
del primer ministro británico Tony Blair. De entre las cosas que la cartelera
tiene para ofrecer en estas semanas, The
journey es sin duda d muy
interesante. La recomendación de esta semana del pollo cinéfilo.