domingo, 1 de octubre de 2017

ROBERT, EL MUÑECO SINIESTRO

Uno de los placeres mas grandes de escribir sin destinatario fijo, es que uno puede plasmar las ideas mas variadas, locas o intrascendentes sin temor a aburrir a alguien. Tras ver Robert  (Andrew Jones 2015) me quedaron varias curiosas sensaciones. Una. Que había visto una muy mala película de terror (de las cuales me declaro gourmet irremisible y cazador aficionado) Dos. Que no sabia muy bien porque la película no me había gustado. Y tres. Que lamentaba terriblemente que la película fuera mala. Porque allí había el germen de algo muy interesante, que el creador parecía haber pasado por alto. Ya en casa, leí, rebusque y encontré algunos datos que me dejan aun mas perplejo. Porque resulta que la historia de Robert es sobradamente atractiva. El muñeco de hecho existe, y no es la horrenda marioneta de cara perversa y grotesca que la película (corrijo, películas de Andrew Jones, ya que ha hecho otras dos. La maldición de Robert en 2016 y The toymaker en 2017) nos muestra, sino un amistoso marinerito de cara inescrutable, relleno de lana y con un león de peluche entre los brazos. Propiedad de un pintor de poco éxito, Robert Eugene Otto, este muñeco, dado en su niñez en los primeros años del siglo XX por sirvientes que luego se sabría, practicaban Vudú, se labró una reputación de travieso, esquivo y malhumorado, primero con la familia de su dueño y luego con sus propietarios posteriores. Y su leyenda seria la inspiración para el perverso Chucky.


En la película que me ocupa, los Otto son una familia prospera pero fragmentada, moderna. Integrada por un padre amoroso pero atareado, una esposa con los nervios a flor de piel y un hijo de diez años que parece el pararrayos de las iras familiares. El niño Eugene recibe el muñeco de una vengativa sirvienta, molesta por haber sido despedida, y de allí entraremos en la espiral de misteriosa posesión, muerte y locura que una película de muñecos diabólicos debe tener. Pero hay un problema. La historia es inconsistente, el guion esta lleno de huecos, las actuaciones de los adultos son extrañas y a veces, simplemente absurdas. Y cuando el guionista y director se topa de frente con una buena escena, en la que un marido horrorizado observa a su cada vez mas histérica esposa gritarle improperios a un muñeco, decide esquivarla sin recibir ni un rasguño dramático.  (mención aparte merece Flynn Allen como el pequeño Eugene, de lo poco rescatable en interpretación) y la película tiene un aire generalizado de bajo presupuesto que le sienta muy mal. Porque trabajaban con un material que, sin ser magistral, hubiera merecido mejor suerte.  A ratos parece ser una comedia truculenta, y tiene ese aire generalizado de capitulo de los Simpson (especialmente su película de terror: Reinsensiblilizacion)


De allí que descubriera que era lo que no me había gustado. Robert es una oportunidad perdida. Una muy buena oportunidad perdida. Lastima. 

jueves, 28 de septiembre de 2017

UN VIAJE POR LA PAZ

En un mundo cinematográfico cada vez más y más dependiente de los grandes presupuestos, más plagado de efectos especiales, más recargado en estrellas taquilleras, es loable que una historia se abra paso a golpe de buena actuación y guion sólido.  Tal es el caso de The journey (Nick Hamm 2016) una película estrenada con mucho retraso en nuestras salas. En los últimos años, el cine ingles en especial, y el europeo en general, han hecho énfasis en realizar biopics de temas variados. Lucha de derechos humanos, activismo político, controversia histórica, rebeldía mediática, son solo algunos de los temas tocados por filmes en los últimos tiempos. Ahora, estas líneas están dedicadas a un evento histórico reciente, en apariencia vulgar, pero de enormes consecuencias en el mediano y largo plazo. Durante cientos de años, Irlanda ha sido una región conflictiva, unida a regañadientes al imperio británico (Al menos en parte) separada religiosa y políticamente, luchando siempre por su libertad. Esto alcanzo un punto álgido cuando el ejército republicano irlandés comenzó su lucha urbana, realizando ataques y actos de terrorismo entre la población civil británica e irlandesa. En esta situación, en 2006, inicio una serie de pláticas de paz, dedicada a pactar una tregua entre los radicales miembros del Sinn Fein, la cara política del ejército republicano, y los moderados integrantes del partido democrático pro pacifista irlandés.
De manera que se enfrentan en estas conversaciones, las dos visiones de la libertad irlandesa. Aquella que postulaba que la única forma de alcanzar la libertad es a través de la lucha, y los que creían que se podía llegar a la concertación, al pacto, a la tregua. El líder del Sinn Fein, Martin McGuiness, y el mandamás del partido demócrata Ian Paisley. Todo los separa. La religión, la política, los métodos, incluso la personalidad. El inflexible, fanático y paternalista Paisley, predicador religioso, rabioso tradicionalista, y McGuiness, un veterano de la lucha urbana. Un hombre de acción, un convencido de la respuesta violenta, parlanchín e informal. Y cuando las pláticas parecen llegar a un punto muerto, y Paisley las abandona para ir a celebrar su aniversario de bodas, McGuiness decide acompañarlo en su viaje de unas pocas horas al aeropuerto de Edimburgo. Este viaje en automóvil será la última oportunidad de ambos hombres para llegar a un acuerdo. Un acuerdo que parece imposible.
Sobre esta anécdota, se construye una película trepidante, llena de tensión, con su dosis de humor. Una revisión de la historia irlandesa de los últimos 50 años, un discurso en favor de la concertación, y una elegante confesión sobre el horror que las viejas generaciones sienten acerca de la “nueva violencia” que desató sobre el mundo el 9/11. El terrorismo espectacular, demencial, menos preocupado por la ideología que por el conteo de cuerpos. Paisley y McGuiness son enemigos políticos, con posiciones muy difíciles de reconciliar, pero que intuyen que de no detener la guerra civil, esta los aniquilará.

Timothy Spall y Colm Meaney están soberbios en sus respectivos papeles como Paisley y McGuiness. Una fotografía muy lograda, una discreta banda sonora, y excelentes diálogos dirigidos por la cuidadosa y experimentada mano de Hamm, son el punto fuerte de esta cinta, Un viaje por la paz. Por si se necesitara un elemento adicional de atractivo, se trata de uno de los últimos trabajos del desaparecido John Hurt, encarnando a Harry Patterson, el consejero del primer ministro británico Tony Blair. De entre las cosas que la cartelera tiene para ofrecer en estas semanas, The journey  es sin duda d muy interesante. La recomendación de esta semana del pollo cinéfilo.

TRAS UNA LARGA AUSENCIA



Esta es solo una breve nota. Tras algún tiempo sin escribir aquí, he vuelto a tener la oportunidad de llenar este blog con mis ideas. Espero poder hacerme un tiempo para escribir sobre cine, aunque solo sea para tener la oportunidad de lerlo yo de vez en cuando. Y si alli afuera hay otros lectores, pues mejor que mejor.

El pollo cinéfilo viene de regreso.