Uno de los placeres mas grandes de escribir sin destinatario
fijo, es que uno puede plasmar las ideas mas variadas, locas o intrascendentes
sin temor a aburrir a alguien. Tras ver Robert
(Andrew Jones 2015) me quedaron
varias curiosas sensaciones. Una. Que había visto una muy mala película de
terror (de las cuales me declaro gourmet irremisible y cazador aficionado) Dos.
Que no sabia muy bien porque la película no me había gustado. Y tres. Que
lamentaba terriblemente que la película fuera mala. Porque allí había el germen
de algo muy interesante, que el creador parecía haber pasado por alto. Ya en
casa, leí, rebusque y encontré algunos datos que me dejan aun mas perplejo.
Porque resulta que la historia de Robert es sobradamente atractiva. El muñeco
de hecho existe, y no es la horrenda marioneta de cara perversa y grotesca que
la película (corrijo, películas de Andrew Jones, ya que ha hecho otras dos. La maldición de Robert en 2016 y The toymaker en 2017) nos muestra, sino
un amistoso marinerito de cara inescrutable, relleno de lana y con un león de
peluche entre los brazos. Propiedad de un pintor de poco éxito, Robert Eugene
Otto, este muñeco, dado en su niñez en los primeros años del siglo XX por
sirvientes que luego se sabría, practicaban Vudú, se labró una reputación de
travieso, esquivo y malhumorado, primero con la familia de su dueño y luego con
sus propietarios posteriores. Y su leyenda seria la inspiración para el
perverso Chucky.
En la película que me ocupa, los Otto son una familia
prospera pero fragmentada, moderna. Integrada por un padre amoroso pero
atareado, una esposa con los nervios a flor de piel y un hijo de diez años que
parece el pararrayos de las iras familiares. El niño Eugene recibe el muñeco de
una vengativa sirvienta, molesta por haber sido despedida, y de allí entraremos
en la espiral de misteriosa posesión, muerte y locura que una película de
muñecos diabólicos debe tener. Pero hay un problema. La historia es inconsistente,
el guion esta lleno de huecos, las actuaciones de los adultos son extrañas y a veces,
simplemente absurdas. Y cuando el guionista y director se topa de frente con
una buena escena, en la que un marido horrorizado observa a su cada vez mas histérica
esposa gritarle improperios a un muñeco, decide esquivarla sin recibir ni un
rasguño dramático. (mención aparte
merece Flynn Allen como el pequeño Eugene, de lo poco rescatable en interpretación)
y la película tiene un aire generalizado de bajo presupuesto que le sienta muy
mal. Porque trabajaban con un material que, sin ser magistral, hubiera merecido
mejor suerte. A ratos parece ser una
comedia truculenta, y tiene ese aire generalizado de capitulo de los Simpson
(especialmente su película de terror: Reinsensiblilizacion)
De allí que descubriera que era lo que no me había gustado. Robert es una oportunidad perdida. Una
muy buena oportunidad perdida. Lastima.